Las mamás vemos ladrillos, Dios ve un edificio

Visión es tener una imagen mental de lo que queremos ser o hacer. Para tener visión debe haber un sueño, si ese sueño no está claro, ¿cómo voy a lograr hacerlo realidad? «Escribe la visión, y haz que resalte claramente en las tablillas, para que pueda leerse de corrido». (Habacuc 2:2).

Dios nos entregó a nosotros como mamás una visión para la vida de nuestros hijos y es nuestra responsabilidad descubrirla y hacerla realidad. Cuando tuve en mis brazos a mi primogénita, Christy, por primera vez, vi sus manitos y el tamaño de sus dedos y supe que iba a ser pianista. Luego con su llanto –que se escuchaba por toda la iglesia– supe que también sería cantante. Además, un día no paraba de hablar y hablar, yo estaba desesperada y le dije: «¡Cállate ya!». Pero Dios me dijo: «Cállate tú, porque estás callando a una predicadora». ¡Oops! Inmediatamente le pedí perdón a Dios y a mi hija.

Yo soy mamá y esposa de pianistas y me encanta que el piano suene todo el tiempo. Un día tomamos la decisión con mi esposo de que nuestros hijos tenían que ensayar el piano todos los días, así que yo me quedaba encerrada en mi casa con ellos cada tarde durante tres horas mientras ensayaban. Mi esposo era el profesor y tuvo que sacar de su tiempo todos los días para enseñarles. No fue nada fácil, mi familia y mis amigos no entendían por qué le dedicábamos tanto tiempo a eso. Un día mi vecina me dijo: «No moleste tanto. Déjelos que no ensayen». El problema era que ella no entendía el plan y la visión de Dios para la vida de mis hijos, ¡Pero yo sí! ¡Yo tenía un plan dado por Dios para ellos! El ensayo no era negociable.

El rascacielos del plan de Dios se construye con pequeños sueños que son como ladrillos de fidelidad día tras día. Nosotros podemos llegar al piso tres, pero los sueños de nuestros hijos empezarán desde ese punto de partida y llegarán más alto que nosotros, hasta el piso veinte. Nuestros hijos necesitan de nosotras mucho más de lo que necesitan cosas que podamos darles.

La visión para nuestros hijos y para nuestra familia no se consigue sentándose a esperar que algo pase; la visión se construye. ¡Vamos a construirla! Pidámosle al Señor una visión, esta es una gran petición que le agrada a Dios; intercedamos y bajemos del cielo esa imagen que él tiene para nuestra familia.

Como en un juego, todos debemos participar en la construcción de la visión. No se trata solo de lo que nosotras como mamás queramos o de nuestro punto de vista sino de lo que es importante para todos los miembros de la familia. La regla principal de este juego es que debemos orar antes de empezar a construir la visión. ¡No te desanimes! Al principio no se podrá ver claramente, pero con el tiempo vas a empezar a tener claridad. El éxito del juego es que nuestros hijos puedan expresar sus sueños y sus opiniones, cuando eran pequeños nosotros los guiábamos a la visión, pero ahora (en mi caso) que son adolescentes debemos oír lo que piensan y construirla juntos.

Nuestra capacidad viene de Dios. Él nos ha capacitado para ser servidores de un nuevo pacto, no el de la letra, sino el del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida». Aplicar esta palabra en nuestro rol como madres nos traerá un alivio inmenso porque sabremos que no estamos solas, Dios nos hace competentes como ministras de nuestro hogar y está con nosotras para ayudarnos. Tener el respaldo de Dios hará que dejemos a un lado nuestras limitaciones, la falta de dinero, de oportunidades, los errores cometidos en el pasado y las situaciones difíciles por las cuales hemos tenido que atravesar. No importa lo que hayas hecho o dejado de hacer en la vida de tus hijos hasta el momento, siempre podrás acudir a Dios pidiendo su ayuda e intervención sobrenatural. Tener una visión hará que quitemos nuestros ojos de los ladrillos para ponerlos en un edificio construido.

Rocío Corson.

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